domingo, 30 de junio de 2013

El amor paternal frommiano en un cuento breve

 La cicatriz del héroe de Sam Shepard
 
“Cada vez que oía pasar un avión por encima de nuestras tierras mi Papá tenía la costumbre de pasarse los dedos por la cicatriz de metralla de su nuca. Estaba por ejemplo agachado en el huerto, reparando las tuberías de riego o el tractor, y si oía un avión se enderezaba lentamente, se quitaba su sombrero mexicano, se alisaba el pelo con la mano, se secaba el sudor en el muslo, sostenía el sombrero por encima de la frente para hacerse sombra, miraba con los ojos entrecerrados hacia el cielo, localizaba el avión guiñando un ojo, y empezaba a tocarse la nuca. Se quedaba así, mirando y tocando. Cada vez que oía un avión se buscaba la cicatriz. Le había quedado un diminuto fragmento de metal justo debajo mismo de la superficie de la piel. Lo que me desconcertaba era el carácter reflejo de este ademán de tocarse. Cada vez que oía un avión se le iba la mano a la cicatriz. Y no dejaba de tocarla hasta que estaba absolutamente seguro de haber identificado el avión. Los que más le gustaban eran los aviones a hélice y esto ocurría en los años cincuenta, de modo que ya quedaban muy pocos aviones a hélice. Si pasaba una escuadrilla de P-51 en formación, su éxtasis era tal que así se subía hata la copa de un aguacate. Cada identificación quedaba señalada por una emocionada entonación especial en su voz. Algunos aviones le habían fallado en mitad del combate, y pronunciaba su nombre como si les lanzara un salivazo. En cambio mencionaba los B-54 en tono sombrío, casi religioso. Generalmente sólo decía el nombre abreviado, una letra y un número:
- B54- decía. Y luego, satisfecho, bajaba lentamente la vista y volvía a su trabajo.
 
A mí me parecía muy extraño que un hombre que amaba tanto el cielo pudiese amar la tierra. “
 

ANÁLISIS

 
La cicatriz del héroe de Shepard nos narra una breve historia, casi anecdótica, de padre e hijo. Su prosa desprende una fuerte carga emotiva que proyecta la empatía entre narrador-lector. A pesar de la brevedad del cuento, este está lleno de acciones significativas y profundas, adjuntas al detalle gestual del personaje padre (y héroe). Y junto a ello, se le suma la narrativa impecable en primera persona del hijo, quien describe milimetricamente cada acción realizada por su padre, cuestionandolo, eternecido por él. Incentivando al lector a la reflexividad. Shepard consigue un doble efecto: abrir la imaginación con su lectura; y poner en contacto el lado emocional del lector. Por lo que no sólo nos ciñiremos a la mecánica de la lectura sino que tambien nos da el placer de sentirla y aprender de ello. La nostalgia sobra en La cicatriz del héroe.
 
Además, Shepard hace una descripción indirecta del escenario, el cual se basa en la acción confluyente de cada pequeño elemento de apoyo. Es más, algunos de estos elementos son puros detalles circunstanciales, como: pequeños gestos, acciones u objetos.  Son pequeñas precisiones y/o apoyos que refuerzan y expanden de un modo explícito el contenido de la acción central y que proporcionan al lector informaciones extras. El lector tiene la opción de armar el rompecabezas imaginario del contexto, gracias al hijo, gracias a la profundidad de sus pensamientos sobre su padre. Gracias a su amor ganado, gracias al amor paternal. 
 
Asimismo, el análisis de la lectura hace mención fuerte del simbolismo dual cielo-tierra (padre-hijo) que se convierte en el principio conflictivo para entablar la posición del héroe frente al mundo. El personaje del padre tuvo un pasado combativo aéreo, cada vez que un avión de combate pasaba a la vista, el personaje frenaba su trabajo (en la tierra) y se ponía a observar nostálgicamente el objeto volador (del cielo). Es más, el movimiento era lento y contemplativo, el personaje se tomaba su tiempo al inicio y al final de la acción, acción misma que es asimilada por el narrador como un acto ritual. El cielo  y la tierra (o padre e hijo) sumergidos en una cuestión: “A mí me parecía muy extraño que un hombre que amaba tanto el cielo pudiese también amar la tierra”. El amor paternal puede ser, incluso, más admirativo que cualquier otro (Fromm, 1959).
 
La cicatriz representa una prueba del heroísmo frente a su pasado combatiente-aéreo pero también es un recordatorio de añoranza hacia su propia marca personal, sin ella, el padre no podrá ver los aviones sin tocar su extrema cercanía con la muerte. No hay abandono ni temor al recuerdo, sólo saboreo de triunfo y supervivencia. La cicatriz es la prueba tangible de su heroísmo, su enfrentamiento a lo malvado y su hegemonización al vencerlo. Pero también es amor, amor a la tierra, amor de padre-hijo e hijo-padre, amor paternal. Amor dificil de lograr y entender, que tanto Fromm como el hijo del cuento de Shepard sabían.
 
Fuente:
Erich Fromm (1959) "El arte de amar"  
 

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